Ádám Farkas, el líder de la unidad de mercenarios conocida como «Gatos negros», se labró su reputación en las sombras de Budapest. Al igual que el escurridizo depredador que da nombre a su equipo, Farkas ataca con precisión y desaparece sin dejar rastro. En sus misiones, predomina una mezcla de disciplina e instinto animal que se ha ido perfeccionando tras años de persecuciones implacables.
Detalles
Ádám, hijo de obrero y profesora, creció en Budapest. Perdió a su padre cuando solo era un niño, y fue su madre la única persona que se encargó de criarlo. Sin embargo, durante su infancia, Ádám era un culo inquieto: asistía a clubes deportivos, practicaba artes marciales… Podría decirse que el deporte y la disciplina eran su refugio.
Tras finalizar sus estudios, Ádám se unió al cuerpo de policía. Comenzó patrullando las calles, y en dos años, su dedicación e instinto infalible hicieron que consiguiese un ascenso a agente operativo. Sin embargo, la rutina laboral y la maraña de reglamentos contradictorios terminaron sobrepasándolo. La monotonía era una gran losa que oprimía su inquieto espíritu. Justo cuando estaba a punto de tirar la toalla, sus talentos naturales llamaron la atención de un ojeador de los servicios especiales. Le ofrecieron otra alternativa: un nuevo camino que le auguraba un propósito y un desafío. Durante los siguientes años, la carrera de Ádám se convirtió en una amalgama de secretos de estado y operaciones clasificadas. Participó en misiones de combate llevadas a cabo en regiones conflictivas, aunque su verdadero talento era la inteligencia encubierta y la vigilancia de objetivos de perfil alto que principalmente se encontraban en Europa. Sin embargo, su carrera en los servicios especiales acabó tras una misión en Budapest que salió desastrosamente mal. Lo que debía ser una operación rutinaria para eliminar a un narcotraficante de nivel medio se convirtió en un enfrentamiento violento que dejó víctimas civiles inocentes. Esa misión destrozó la fe que Ádám tenía en el sistema, y tras ello, desapareció sin dejar rastro.
Un año después, Ádám reapareció; pero no como agente, sino como mercenario al mando de una nueva unidad: los Gatos callejeros. Llevan a cabo operaciones encubiertas en el mismo mundo de sombras que tiempo atrás Ádám consideraba suyo. Su sello distintivo es el anonimato: aparecen de la nada, hacen su trabajo y desaparecen antes de que alguien se percate de su presencia. En un principio, fue Blackwood quien creó la unidad. Sin embargo, ahora los Gatos callejeros actúan de forma independiente, aunque sí que mantienen contacto con Úrsula.
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